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El Blog de Sandra Gómez

Generando Generosidad

Observar a los niños interactuar es muy enriquecedor. De ellos puedes aprender las mejores cosas porque viven el momento presente, no se preocupan de los momentos venideros y le restan valor a todo. Tanto es así que son capaces de observar un objeto sin ver en él el valor material. Todos hemos visto cómo intercambian cromos pero también aparatos tecnológicos que tienen un precio mayor sin tan siquiera pestañear. Ellos ven en el otro esa necesidad o deseo y, directamente, se lo conceden. Y lo mejor de todo es que también lo hacen con un beso, un abrazo o un “te quiero”. Son grandes maestros en el arte del desinterés.

Todos estos actos reciben el nombre de generosidad. Esta bella palabra engloba el acto de dar y compartir para ser de utilidad a otros de forma noble y desprendida. Por supuesto, la generosidad lleva implícito también un cierto egoísmo, y es ese “auto-regalo” de sentirte mejor contigo mismo debido a la ayuda que has proporcionado a otro. La generosidad es generosa pero no siempre tan altruista como parece. El beneficio propio que obtienes también es beneficio. Cuando te sientes mejor por haber ayudado a otro, también ganas, y no es negativo, todo lo contrario, esa relación ganar-ganar es la más sana y eficaz para el mundo.

Lo bueno de sentirte mejor al cometer un acto dadivoso es que su bien se seguirá multiplicando, pues el bienestar que hayas ganado te invitará a seguir ofreciendo a los demás, y todo ello sumado a todo el agradecimiento que, normalmente, recibirás a cambio irán formando algo más grande de lo que era en un principio. Somos adictos a todo aquello que nos provoca dicha y placer, y si lo obtienes dando, seguirás dando. La generosidad seguirá llamando a la generosidad.

Es muy interesante recordar en este punto que la generosidad se manifiesta en dos sentidos. Tú das algo, que además no tiene porqué ser material, y la persona que lo recibe también querrá otorgarte algo en agradecimiento, aunque sean unas palabras. Y es aquí donde debes ser justo y aceptar el regalo de vuelta de una manera tan natural como en el momento en que diste tú. Consentir ese agradecimiento es tu tarea más difícil. Estoy segura de que, a veces, has usado frases como “no hay de qué”, “no era nada”, “no me ha costado” o “no tenías por qué haberte molestado”, ¿me equivoco? En estas situaciones lo mínimo y lo mejor que puedes expresar es un “gracias a ti” de vuelta o dibujar en tu rostro una gran sonrisa. Si usas cualquiera de las expresiones mencionadas anteriormente, recuerda que suponen una especie de rechazo ante lo que otra persona está procurando manifestarte o darte, una resistencia ante su generosidad.

Sé justo. Aplaude que todos podemos querer ser generosos. Entrega mucho y abraza con agradecimiento lo que otros te den a ti. Verás los frutos de todo ello multiplicados en poco tiempo, porque la vida también agradece lo que aportas al mundo, y te lo traerá de vuelta. Tú simplemente disfrútalo.

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Sandra Gomez • 26 septiembre, 2016


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