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El Blog de Sandra Gómez

IntuitivaMente

Aparecí entre la multitud. No sabía por qué, pero allí estaba. No conocía a nadie, los rostros no me resultaban familiares, no había caminado por aquellas calles antes, pero sí, era por ahí. Yo tenía que estar ahí. Miré a mi alrededor, “¿y ahora qué?” giré sobre mí misma, miré a un lado y a otro. De pronto, seguía andando calle arriba. Mientras esto ocurría, mi diálogo interior era caótico, “¿qué estás haciendo aquí?, ¿adónde vas?, ¿es que no sabes que es por aquí?” Y algunas preguntas más. Pero mis pasos no cesaban.

Finalmente, tras mucho andar, me detuve frente a la puerta de aquella vieja librería. Tal vez mi destino era comprar un nuevo libro que añadir a las joyas de mi colección. Daba igual, yo tenía que estar ahí. El olor a libros invadía mis sentidos y comencé a descender hasta la planta sótano. Pocas personas, mucha sabiduría, un sentimiento de hogar que me hacía sentir muy bien. Hojearía algunos libros que debía tener en cuenta para mi formación y ya decidiría. Sí, muy probablemente encontraría algo interesante. Yo tenía que estar ahí. De repente, sin que nada ni nadie me rozase, lo sentí, su llamada. Giré la vista y allí lo vi, sin haberlo conocido antes, nuestras miradas se cruzaron y con ellas lo dijimos todo… “Tú y yo nos debemos un café”.

No sé si algo así te ha pasado alguna vez, pero historias así ocurren en el día a día de todos. Todos y cada uno de nosotros, sin excepción, gozamos del privilegio de tener ese sentimiento cuyo significado es tan difícil de explicar con palabras: la intuición.

A mí me gusta denominarlo “mi guía transparente”. Nunca lo vas a ver, no lo vas a tocar, y no lo vas a saber explicar, pero tiene mayor fuerza que cualquier otro sentido. Tanto es así que, actualmente, se ha optado por denominarlo y aceptarlo como un sexto sentido. ¿Y qué son los sentidos? Nuestra relación con el mundo. Interactúas con el universo porque ves lo que te rodea, hueles lo que te ofrece, saboreas lo que me cocina, puedes tocar lo que tienes delante, oyes ruidos y melodías… y también, gracias a la intuición, sabes por dónde va tu camino.

Intuir es sentir, es ver a ciegas. Cuando intuyes que no te interesa socializar con una determinada persona, es porque tu guía está viendo y sintiendo algo que tu mente no sabe explicar. Por ese motivo, a veces no confías en tu intuición, porque es imposible de racionalizar, no tiene explicación y, por tanto, no es algo seguro en lo que creer, ¿verdad? Pero si echas la vista atrás, ¿cuántas veces te ha fallado? El problema de la intuición no es creer o no en ella, porque al ser un ser racional, vas finalmente a tomar decisiones en base a la seguridad que te aporte lo que percibes. Lo más grandioso de la intuición es saber escucharla, separar lo que se intuye de aquello en lo que se quiere creer.

Imagina que tienes dentro una pitonisa fiable que va a guiarte. La intuición es capaz de sentir todo aquello que está por llegar, y, acorde a ella, el universo te ofrecerá señales para que la puedas usar a tu favor. La pregunta es, ¿vas a estar tan loco como para creer en aquello que solo puedes sentir? Te animo a que pruebes y vuelvas a observar la magia.

Sandra Gomez • 21 septiembre, 2016


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