ExPresaMente

El Blog de Sandra Gómez

Real, no Perfecto

Tratando de descubrir algunas cosas, me dediqué a caminar de nuevo. Tenía más o menos claro donde quería llegar, pero no quería tomar cualquier camino, necesitaba tomar uno directo y que me resultase apasionante. Me había perdido unas cuantas veces, así que no deseaba en absoluto repetir, aunque para mi sorpresa, no encontré a nadie a mi alrededor a quien preguntar.

Allá a lo lejos, divisé una silueta subiendo unas casi interminables escaleras. Lancé un grito para hacerme notar, pero no hubo respuesta. Volví a mirar alrededor…nada. Cogí mis cosas y comencé a correr. Mi pulso y mi aliento iban acelerados, mirada a un lado y a otro, nada. De nuevo, allí, mucho más lejos, la mujer de la capa. “¡Disculpe!, ¡hola!”, volví a gritar, pero ella ni se giró. Seguí subiendo escaleras, estaba agotada, pero necesitaba hablar con alguien y no me cruzaba con nadie más. Pensé en abandonar, pero tenía que emprender mi nuevo viaje y necesitaba directrices para hacerlo lo mejor posible. Seguí y seguí. Daba igual cuanto acelerase el paso o corriese, cuanto más me esforzaba, más lejos veía aquella silueta, así que me dejé caer en el suelo y tomé algo de agua, estaba agotada y no había comenzado aún a caminar, o bueno, quizás sí.

Un hombrecillo apareció entre las malezas, con cara de bonachón y bastante intrigado. “¿Necesitas algo? ¿qué haces aquí?” me preguntó. Le conté lo que había ocurrido y me alegré de, por fin, dar con alguien que me pudiese ayudar. Pero, para mi sorpresa, me respondió que lo que yo andaba buscando, no existía. “¿De verdad buscas el camino perfecto? Esa mujer de la que hablas no existe. Lo perfecto no existe, y si no me crees, estima la cantidad de escaleras que has subido, obstáculos que has sorteado y velocidades que has cogido en cuestión de minutos. Eso es un camino real, no perfecto. Yo puedo darte agua para el viaje, o darte indicaciones, pero el trayecto será duro, ya te lo aviso. Siempre puedes evitarlo quedándote aquí, sin embargo.”

El hombrecillo desapareció y yo me sentí la chica más ilusa del mundo. ¡Qué razón tenía! Aunque estaba tan acostumbrada a esa cualidad mía que no sé por qué me seguía sorprendiendo. Yo y mi eterna búsqueda de la perfección no teníamos remedio. Aquella mujer seguramente no tendría ni rostro, ni existiría como me dijeron, pero yo, sí o sí, necesitaba respuestas, el camino más “bueno, bonito y barato”, y, por no haber escogido una dirección que tomar y aventurarme, en vez de esperar lo inmejorable, había complicado el camino de la manera más absurda. Paradójicamente, había tomado el camino más imperfecto posible, con más obstáculos y, además, sin disfrutarlo. De hecho, había tardado más.

La perfección no existe, ni existirá. No me malinterpretes, querido lector, la perfección hay que perseguirla. Cada cosa que hacemos deber ser hecha aspirando a alcanzar la excelencia, ofreciendo lo mejor de nosotros, puliendo y sacando a relucir nuestra mejor versión, pero sin obsesiones ni castigos, sino con reconocimientos y aceptación.

La perfección nació hace mucho tiempo. En la cultura griega, por ejemplo, las esculturas seguían un modelo de belleza estándar, donde se establecieron los primeros cánones y medidas perfectas. Y, ya sabemos, que el arte, como todo, es un reflejo de la sociedad. El entorno te dice cómo ser y hacer las cosas, pero no es el culpable de nada. El entorno presiona sobre el ideal que deberías lograr, y tú eres el que convierte tales sugerencias y presiones en exigencia propia. Es más, a veces ni siquiera obtienes presión de “fuera”, a veces, eres tú mismo el que se pide mucho y se castiga aún más al no conseguirlo.

Lo que no llegarás a entender así, es que no vas a ser feliz si esperas lo inmejorable, porque todo siempre se podrá mejorar. El propio sufrimiento que provoca el hecho de no conseguir cosas en su nivel más correcto es más grande que el disfrute que puedes sufrir equivocándote y creciendo. Viniste aquí para vivir una vida real, donde cometer errores, ser humano, crecer y superarte. Cuando lo aceptes así, serás un ser infinitamente dichoso. Y yo, también me comprometo aplicarme el cuento.

“La perfección se logra al fin, no cuando no hay nada que agregar, sino cuando ya no hay nada que obtener.”

Antoine de SAINT-EXUPÉRY

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Sandra Gomez • 3 octubre, 2016


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