ExPresaMente

El Blog de Sandra Gómez

SuperficialMente

Caminando y caminando llegué a una explanada preciosa. Ante mí, solo la naturaleza tomaba forma. Una gran montaña se erguía ante mí, verde y llena de vida. Sus senderos invitaban a subir, a disfrutar del aire fresco. Al pie de esta montaña, una cueva sombría. El contraste era sin duda impresionante. Si te diesen a elegir, ¿qué harías?

Como no había porqué escoger, emprendí mi subida recogiendo flores, disfrutando de las vistas. Al llegar a la cima me llevé una gran decepción. El terreno era menos árido, pero no tenía nada de especial, y las vistas, eran prácticamente las mismas que antes vistas desde otro ángulo. Permanecí allí unos segundos más y me dispuse a descender la montaña. Una vez abajo, miré la entrada a la cueva, imponía lo suficiente para que me lo pensase, pero decidí adentrarme en ella y lo que pude ver allí, no lo olvidaré jamás. Me encontré caminando por un pedregoso sendero dentro de una maravillosa gruta. Los millones de formas que hacían las estalactitas captaban mi atención, eran impresionantes. Toda la luz que podía entrar en ese lugar se reflejaba en el agua. Solo mirar allí abajo calmaba a la bestia más feroz. Seguí admirando aquella belleza sentada sobre una de las rocas. Me sentí tan dentro de mí misma como de aquella cueva. Aquí y ahora.

Más tarde, al regresar al punto de partida donde había observado los dos caminos posibles hacia lo desconocido, me quedé pensando largo y tendido qué habría pasado si me hubiesen dado a escoger, si me hubiese perdido mi segunda opción. Sentí unas ganas irrefrenables de pintar un cartel gigante donde escribir que nadie podía permitirse perderse aquella maravilla escondida. Y es que el ser humano puede ser terriblemente superficial. Me sorprende reconocer que tú y yo lo somos también. La belleza de las cosas no nos deja ver el fondo casi nunca, y a veces por ello nos perdemos las mejores cosas.

Dejamos que el mundo gire y la vida pase, quedándonos con lo que nuestros ojos ven, no sentimos la vida, no sentimos las cosas, no sentimos a las personas. Viajamos a los lugares más conocidos porque son estándares, porque “hay que verlos”, perdiéndonos muchas veces pueblos o rincones que guardan la magia de lo desconocido. Nos acercamos a las personas o simplemente las miramos por su fachada, cuando lo más bello y lo que realmente podría enriquecernos está en otro nivel humano. Nos asociamos o buscamos a aquellos que más completo tienen el currículum sin apreciar aquello que hay detrás: los valores de esa persona, sus vivencias, sus talentos, sus habilidades o fortalezas, su entusiasmo. Miramos las portadas de los libros y escogemos el que leeremos por lo que éstas representan, cuando la riqueza y el valor están en lo que transmiten sus historias.

El mundo necesita menos vista y más corazón. Lo físico cambia, es efímero. Lo que permanece es la esencia de personas, cosas y momentos, que son los que se graban en el pensamiento, los que se graban en el corazón, los que mueven nuestras acciones o alimentan nuestro espíritu. Quedarse flotando en el mar sin sumergirse es pecado, porque aun no gustándote lo que puedas encontrar debajo, la ignorancia o perder la oportunidad de averiguarlo es un grave error.

Te animo, querido lector, a adentrarte en las cuevas más intimidantes, a hablar a las personas que no te provocan nada en un principio, a leer libros con portadas aburridas. Te reto a escuchar lo que ves y a sentir lo que oyes. Quédate luego con lo que quieras, pero no dejes pasar la posible oportunidad de estar perdiéndote algo maravilloso por un juicio fugaz.

alegoríaautoconocimientocomunicacióncuentosdesarrollo personaldescubrimientoevoluciónexpresiónflexibilidadliberaciónmenteviaje

Sandra Gomez • 19 septiembre, 2016


Previous Post

Next Post

Deja una respuesta

Your email address will not be published / Required fields are marked *