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El Blog de Sandra Gómez

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El camino se va haciendo más llevadero a medida que vas siendo “más tú”. Me sentía muy bien, me gustaba estar descubriendo tantas y tantas cosas sobre mí misma. Por supuesto, había momentos duros, en los que enfrentar cara a cara ciertas cosas, era tarea harto ardua. Era entonces cuando había que echar mano del entusiasmo, ese fuego inevitable que te empujan a seguir. Siempre en ese momento recordaba mi historia de la chimenea de ambiciosas llamas.

Era realmente fantástico pensar que todos podíamos “arder” y no dejar de sentir esa sensación. Sin embargo, en medio de toda esa exaltación me asaltó un pensamiento: ¿qué lo hace posible? Las primeras chispas, las llamas, el crecimiento… ¿de dónde parten? Metí la mano en mi bolsillo sacando una caja de cerillas. La miré fijamente, reconociendo su inmenso poder. ¿De verdad algo tan simple podía provocar un incendio? Desde luego que sí. Es lo que llamamos pasión.

Alucinante. Todos tenemos nuestra propia caja de cerillas, aunque a veces ni lo sepamos. Ella es el motivo de todo lo que hacemos. Cuando algo te atrae, puedes hacerlo grande provocando una primera chispa. Solo hay que saber que esa cajita está contigo y reconocer todo su potencial. La pasión es el centro de todo lo que haces. Si no sabes distinguirla, solo puedes sentir infelicidad, pues todo lo que hagas no tendrá un núcleo sobre el que girar.

Se me ocurrió que, al escuchar esta palabra, nuestra mente siempre la representa como algo físico y es que la pasión carnal es un gran símil de la pasión de vida. ¿Qué sientes cuando alguien te provoca esto? Trata de pensar en esa persona en cuestión. Cuando tienes cerca a una persona que te “enciende”, una persona que te hace vibrar, llegas a olvidar que estás pisando suelo firme. En esos momentos, casi no puedes ser racional, da igual lo lógico, y lo ilógico tiene más cabida, permitimos que nuestra consciencia se nuble porque solo queremos sentir: sentir cada caricia, cada beso. Las llamas invaden tu cuerpo y el calor recorre tus venas. No hay “peros”, no hay “esques”, ni excusas, ni planes para mañana, sino un “aquí y ahora”. Solo estáis tú y tu placer sin límites. O disfrutas, o disfrutas.

Esto es, precisamente, lo que debes extrapolar al resto de las cosas que vives y haces. Debes vibrar con tus acciones, sentir cómo invaden tu cuerpo y tu mente de gozo. Tienes derecho a padecer satisfacción casi continua y disfrutar de tus pasos.

Vivir de manera apasionada es vivir por aquello que te mueve y conmueve. Cuando algo no te provoca tal frenesí, los síntomas son claros: mucha emoción momentánea y nada de acción, dispersión, poca constancia o motivación, falta o confusión de ideas y metas y ausencia de disciplina, todo ello acompañado con su correspondiente desencanto e incluso, frustración. En cambio, dejando que la pasión domine tu vida obtendrás todo lo contrario. Si te dejas llevar, el sentimiento es fascinante. Si puedes sentir cómo vibras y cómo disfrutas con una actividad o una persona, estás sintiendo pasión.

Emociónate con cada acción que tomes. Escúchate y deja que tu deseo te guíe, la pasión es intuitiva y va a indicarte el camino, no hay otro posible. Os vais a conocer y entonces seréis amantes por siempre jamás. Tú solo desnúdate ante ella y deja que convierta tu vida en el mejor orgasmo de todos los tiempos.

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Sandra Gomez • 29 septiembre, 2016


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