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El Blog de Sandra Gómez

De una foto a otra

De frente, de perfil, ahora de espaldas y después, después fingiendo que no sé que estás ahí. Pero échame la foto ya. Con los brazos en alto, sonriendo, de la mano… pero sin que se vea esa silla o la otra piedra. Que quede perfecta. Me encanta pensar en la posterior larga lista de personas que van a presionar «like», que van a verme disfrutar, que van a ver mi vestido nuevo, el delicioso postre que me he comido (o no) y la cantidad de cosas que he hecho estos días, lo mucho que aprovecho la vida.

Estos días que vivimos huelen a aire puro, aquel que solo se respira allí en la cima de la montaña. Allá donde a veces creemos vivir y donde otros creen que vivimos. En aquellas cimas que parece que siempre estuvieron ahí a tus pies sin que tan ni siquiera transitaras un camino lleno de árboles y baches. Nuestras vidas están inmortalizadas dicen… mentira. Eso dicen, sin embargo yo no les creo.

Lo que más me gusta de una fotografía es la posibilidad de revivir el sabor que deja un momento, el sentimiento que la acompaña y la estela que deja en tu vida. Pero no, no es cierto que nuestras vidas estén digitalizadas ni impresas. Yo no tengo la foto de cada beso de buenas noches. Tengo foto de aquel café, pero no de lo bien que me supo. No guardo fotos de las lágrimas que caen por mis mejillas cuando siento impotencia o nostalgia. No tengo fotos del momento en que alguien las seca ni aquel en que me las limpio yo. No tengo fotos de esa ducha relajante que mejoró mi día. No tengo impresas las fotos mentales de lo primero que veo por las mañanas y que tan afortunada me hacen sentir. No guardo fotos de esas sonrisas conocidas y a veces desconocidas que me vuelven loca. Tengo fotos bailando, pero ninguna de aquel momento en el que sentí que disfrutaba como una niña. Hay fotos por mi escritorio de aquellos maravillosos viajes, y en mi mente de aquellos otros que quedan en el recuerdo. No tengo fotos del vuelco al corazón que me supuso aquella dificultad. No tengo fotos de lo mucho y lo profundo que puedo llegar a amar, ni de lo alto que puedo gritar. No tengo ni una sola foto de aquella enorme montaña, de la humedad del ambiente que me encrespaba el pelo o la inmensidad del mar que se extendía ante mí. Porque intenté que la cámara lo eternizara, pero aún se empeña en hacerlo en dos dimensiones, y no refleja lo que veo. Ni siquiera en vídeo. En realidad, nunca lo hace.

Es mentira. No toda nuestra vida está en internet. No todavía. Están nuestros datos y ya está. Nuestras vidas siguen siendo nuestras. La vida no es aquello que aparece en tus fotos, sino todo aquello que quieres capturar para que nunca se escape. La vida es el tiempo que transcurre de una foto a otra, pasen segundos o un mes. Y no importa cuánto queramos mostrar al mundo, porque al resto no le gusta tu vida, le gusta tu momento. Lo mira mientras vive su propia historia. Lo importante es si te gusta a ti la tuya.

No sé a qué te llevan mis palabras. Yo hasta hace un momento tampoco lo había pensado. Creo que voy a seguir inmortalizando momentos, vestidos, postres… Eso sí, dejándolos en segundo plano de tal forma que cuando vea una foto recuerde el olor, sabor, escalofrío y hasta el más mínimo detalle. Tanto que sienta por qué aquel momento merecía la alegría ser recordado.

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Sandra Gomez • 2 enero, 2018


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