6

El poder el Entusiasmo

Decidida a encontrar muchas cosas, entre ellas (o sobre todas ellas) a mí misma, me pregunté qué iba a ser necesario tener presente en mi camino. Seguramente no mucho, y nada material. Creía firmemente que los objetos o personas necesarias se me irían dando durante el viaje. Era más partidaria de que las herramientas imprescindibles estaban dentro de mí. ¿Sabría usarlas o les tendría miedo? Sin querer, se me vino a la mente un recuerdo.

Recordé las veces en las que de niña había probado a encender la chimenea de casa (ilusa de mí) intentando prender directamente los leños. Resultaba algo extremadamente frustrante para mí, puesto que como es obvio, no conseguía nada. El fuego bailaba alrededor del leño sin tan siquiera provocar un mínimo cambio en él. Pero siempre tenemos la capacidad de observar, y fue lo que yo hice durante días seguidos cada vez que mis padres tomaban las cerillas o el mechero. Entonces vi cómo procedían, primero situaban los leños entrecruzándolos, después colocaban ramas o palos de menor tamaño debajo, y por último cogían alguno de los periódicos viejos amontonados en una caja de cartón. Comenzaban quemando el papel, que ¡prendía rapidísimo!, lo situaban inmediatamente debajo de las ramas que poco a poco comenzaban a arder, a veces incluso haciendo falta más papel, y, por último y tras un buen rato, los leños se unían a ese festival. Una vez que todo se aunaba, era un espectáculo cautivador.

Este proceso es el que todos sufrimos al descubrir quiénes somos. ¿Quién no se ha quedado embobado completamente mirando una chimenea? Es casi imposible que no sea así. Y ese es nuestro fin, lo que llegaremos a ser, pero nunca crecen esas altas llamas sin haber sido antes chispas. El entusiasmo que ponemos en cada proyecto, en cada paso siempre nos va a conducir hacia algo mejor, siempre tendrá un fin, solo hay que alimentarlo y no dejar que se apague. Una vez ha saltado esa chispa por alguna razón, ya es principio de algo mayor. Entusiasmo es etimológicamente “posesión divina”, y debemos escucharlo y reconocerlo, ya que nunca nada será posible sin ese fervor. Si se apaga rápidamente o no crece, déjalo ir. En cambio, si lo notas en el pecho, si sientes esa llama dentro, ¡arrójale papel y deja que arda! No te dejes llevar por ella porque el papel arde y se consume rápido. Ve alimentando tu entusiasmo con pequeñas ramas que se consumirán más despacio y te permitirán alargar el proceso todo lo que quieras disfrutando de él. Y confía, porque llegará a alcanzar un nivel más allá.

“El éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo” decía Winston Churchill, y es que, mientras la chispa esté viva, el fuego es inevitable.