ExPresaMente

El Blog de Sandra Gómez

En brazos del Aturdimiento

“Déjame arrastrarte conmigo”, susurraba suavemente en mi oído. Oía esas palabras resonar una y otra vez en mi cabeza. “Déjate caer”.

No tenía ganas de nada, el simple hecho de despertar me aturullaba, sentía una gran presión en el pecho y el nudo en la garganta se hacía más y más grande. ¡Cómo odiaba sentirme así! Con todas mis fuerzas. Pero, paradójicamente, no podía evitarlo ni podía huir. Algo me decía que me quedase ahí. El mínimo esfuerzo provocaba en mí una tremenda desgana, y cualquier momento sola lo aprovechaba para desatar ese nudo ahogando mi impotencia en un mar de lágrimas. Sentía los músculos entumecidos, el dolor de cabeza se acrecentaba con el paso de las horas, los días se hacían largos y hasta respirar era ardua tarea. El aire era pesado y el desaliento extremo. La falta de fuerzas se apoderaba de mí, mientras mi mente luchaba por imponer a mi cuerpo todo ese sinfín de tareas que quedaban por hacer. Situación que no hacía sino incrementar mi ansiedad.  Pero lo que más me dolía, sin ninguna duda, era que alguien me viese, no por vergüenza, sino porque era consciente de la impotencia o sufrimiento que podría causar en mis seres queridos más cercanos.

Tras días y días de congoja concentrada, decidí por unos segundos escuchar a mi cuerpo y al mensaje que trataba de mandarme, en vez de criticarme y juzgarme por lo que estaba sintiendo en esos momentos. No sabía qué ocurriría durante este experimento, pero decidí intentarlo. Entendí poco, pues siempre se me ha dado mucho mejor leer cuerpos y mensajes ajenos que los propios, pero concluí que si este sentimiento había estado gestándose durante tiempo y me había acompañado durante semanas, tal vez no lograría reconocerlo e identificarlo en cuestión de minutos (la paciencia no es otra fortaleza que me defina especialmente). Pero caí en haber comprendido algo muy importante, el propio paso que debía dar escuchándome. Pude sentir todas esas emociones anudando y paralizando mi cuerpo, pero no valoraba que éstas tenían un porqué y que no tenían que suponer un mal o perjuicio para mí, sino que tal vez estaban ahí para mostrarme algo que aún no había sido capaz de ver, para enseñarme algo.

Como aún no lograba distinguir cosas, me enfoqué en dejarme llevar y olvidarme de mis tareas. Tomé la firme decisión de “flotar” en mi propia vida, “salir” de mí misma y ser observadora de la misma, sin ningún tipo de agobio. Haría lo necesario en cada momento y algo menos si fuese posible, y reservaría unos momentos al día para valorar como me había sentido tras cada paso o al final del día.

¿Qué puedo ganar con esto? ¿qué puedes ganar con esto si estás en la misma situación? Probablemente poco que pueda vislumbrar o identificar ahora mismo, pero a veces los pasos que damos requieren tiempo, a veces esos pasos siembran futuras ideas, futuros cambios, motivación venidera. Lo más importante es ser consciente de que no todo sucede aquí y ahora, o, al menos, no todo lo positivo. Los momentos menos buenos o agradables también forman parte de nuestras vidas, y sin ellos no sabríamos identificar momentos mucho más gloriosos.

No tienes porqué creer en mis palabras, puesto que no divulgo verdad, solo experiencia. Cada uno tiene su personalidad y sabe qué le funciona. Personalmente, admiro a quienes identifican que sienten algo doloroso o negativo y rápidamente lo dejan ir; sin embargo, esto no me funciona a mí, puesto que cuando mi cuerpo me revela algo, no se quiere marchar hasta que no he hecho algo con ello, y es por esto que me pide que me hunda, que sufra, que toque fondo, para mostrarme dónde o cómo no quiero volver a estar o qué quiero conseguir, qué sí necesito. Y me revienta reconocerlo, pero ser tan radical y moverme entre las sombras para luego saltar a la luz, consiguen que la vida sea para mí una montaña rusa. No me importa que se considere desequilibrado, para mí tiene sentido y no me priva de ser yo misma.

Nunca dejes que el aturdimiento y los momentos más negros te confundan. Tienen algo para ti, un regalo. Puede que el envoltorio no sea el que esperabas, y el aspecto sea hasta repugnante, pero quizás gracias a esa enseñanza que te ofrecerá, tu vida nunca vuelva a ser la misma. Felicidades.

alegoríaautoconocimientocomunicacióncrecimientocuentosdesarrollo personaldescubrimientoevoluciónexpresiónliberaciónmenteviaje

Sandra Gomez • 18 noviembre, 2016


Previous Post

Next Post

Deja una respuesta

Your email address will not be published / Required fields are marked *