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El Blog de Sandra Gómez

La importancia de las palabras (de la otra persona)

“El lenguaje crea realidad” es una máxima muy extendida a día de hoy que nos permite hacernos dueños de nuestras propias realidades. A lo largo de la historia del lenguaje y la filosofía han surgido numerosas teorías hablando de si las palabras creaban la realidad o la delimitaban. Durante mis estudios como Filóloga profundicé en estas teorías y años más tarde, dedicándome al mundo del desarrollo personal, considero oportuno aportar mi humilde opinión sobre el tema. Hablamos a nuestros clientes y entorno sobre la importancia de transformar esas palabras que eligen usar, sin embargo, ¿estamos seguros de que esto es siempre y en todos los casos positivo?

Hay dos planos aquí, el mundo real (hechos, lo que ocurre) y el lenguaje (palabras que usamos para nombrarlo y referirnos a él). Efectivamente, lo que describimos con nuestro lenguaje es, además del mundo real, la interpretación subjetiva que tenemos de él. Por ejemplo, si han echado a un compañero de trabajo de la oficina cada persona tendrá su propia interpretación sobre ello. El hecho no cambia, pero nuestro pensamiento sobre ello y las palabras que usaremos para expresarlo, sí.

Debemos recordar que el lenguaje es un código, y que este código nos indica pertenencia a un estatus social y a un ámbito geográfico también. La realidad es la que es para ti y para una persona de Corea. La diferencia está en cómo la representas con palabras (sonidos o caracteres). Sin embargo, aparte de ser un mero código esas palabras en sí no valen nada. Juguemos un poco. Si vives en España sabrás lo que es un burro y tendrás tu propio concepto sobre él, sin embargo, si vas a Italia esta misma palabra, burro, designa a lo que en español conocemos como mantequilla. Y no hace falta irse lejos para curiosear sobre el lenguaje. En Sevilla les encanta comer pringá, algo que en el resto de España no tiene porqué conocerse y que hace referencia a los productos cárnicos del cocido andaluz (la chicha del cocido aquí en Madrid).

Como vemos, las palabras son eso: códigos. Lo verdaderamente importante en la realidad de una persona no es la palabra, sino su concepto sobre aquello que designa. Cuando personas de otros países vienen a España piden churros o paella porque no tienen una palabra propia en su código para ese producto. Cuando yo volví de Oporto tuve que explicar lo que era una francesinha, porque en España no la comemos. La palabra no me bastó, tuve que describir bien el concepto usando su código. Por tanto, repito, lo importante no es la palabra, sino el concepto del interlocutor.

Cuando estamos escuchando a otra persona profesionalmente, nos quedamos con conceptos clave que pueden estar creando su realidad: lucha, jefe, culpa, esfuerzo. Es entonces cuando hacemos hincapié en la negatividad de esas palabras, pero te invito a preguntarte ¿esas palabras designan conceptos negativos para él o para ti?

Pongamos la situación de que alguien te está hablando de sus problemas y te dice que se siente culpable. Además de animarte a interesarte por si es exactamente culpa, en caso de serlo, seguramente tratarías de hablar a esta persona de las ventajas de comenzar a usar el término responsabilidad en su lugar. Conmigo funcionó. Sin embargo, me encantaría compartir contigo que cuando me he encontrado trabajando con adolescentes no ha funcionado igual, y no, el problema no es la palabra, el problema es que su concepto de responsabilidad no es el mío. En mi cabeza esa palabra describe “mi capacidad de respuesta”, mientras que en la suya en el 80% de los casos describe “una carga”. Por tanto, este cambio no les va a ayudar, van a crear casi la misma realidad.

Y así, lo mismo ocurre con otros ejemplos, la lucha indica pelea constante y agotamiento en la mayoría de los casos mientras en otras personas como un boxeador puede reivindicar confort y satisfacción. El término jefe se utiliza en frases peyorativas cotidianas, chistes y describiendo normalmente a un tirano, mientras que para otras personas (me incluyo) que no han tenido más que buenas experiencias ese concepto no existe, solo es imaginable. Puedes toparte con el término esfuerzo. Hay quienes lo consideran algo parecido a la lucha y al sufrimiento. No obstante, para otras personas el concepto esfuerzo evoca trabajo, determinación y mérito propio.

En conclusión, las palabras son el aire que se emplea en pronunciarlas, han sido elegidas en la mayoría de las veces por el subconsciente y esto nos ayudará a acceder al mundo interior de la persona que tenemos delante. Sin embargo, seamos coherentes. No podemos hablar de escucha activa o de no juzgar y después tratar de comprender el abanico de ideas, conceptos e interpretaciones de quien tenemos delante desde nuestro propio mapa y lenguaje. Escuchar las palabras del otro no basta, llega al dibujo mental que esta persona tiene de ellas y que no es el tuyo. Llegar más lejos implica a veces valorar más mapas.

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Sandra Gomez • 2 enero, 2018


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