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El Blog de Sandra Gómez

Mi amiga invisible

Una niña de nuevo, sentada en un banco donde me colgaban los pies. Jugaba con ellos mientras observaba los lacitos de mis zapatos nuevos. Tarareaba alguna canción que me enseñaron alguna vez, pero sin pronunciar palabra, sumida en mis pensamientos. Me sentía triste, recordando mi osito perdido sin poder encontrarlo, habiendo preguntado por todas partes. En ese instante, el sol que entraba por la ventana iluminó toda mi cara, cegándome, y fue en ese preciso instante cuando sentí que ella estaba ahí, a mi lado, aunque no la podía ver.

Todos hablan de ella, todos la aman, todos la aprecian. Me han dicho incluso que es la llave para crecer, la clave para avanzar, pero yo aún no la conozco como debiese. He leído sobre ella, y de hecho la he sentido en lo más profundo de mi ser, cuando pensé que todo se había desmoronado y no habría vuelta atrás, cuando pensé que jamás me pondría en pie de nuevo y así fue, y antes de lo esperado, cuando pensé que no había salida y tendría que conformarme con una única posibilidad, y se me ocurrió algo mejor… Existía, existe, y yo soy consciente de ello, pero, ¿por qué no veo en ella a una amiga?

La confianza es la base de todo. La confianza es fe, la confianza es la esperanza firme o la seguridad sentida de que algo va a suceder. Confiar es creer en eso que aún parece algo imposible. ¿Confías en la vida? Yo confío en la vida, de hecho, como ya te he contado antes, el secreto de que las cosas pasen, es confiar en que el momento que vives, es perfecto en sí mismo, aunque no lo veas ahora. Creer en lo que te rodea es tener la certeza de que tu vida te envuelve, te prepara para algo, te regala momentos y personas. Una vez más, todo, absolutamente todo, sucede por alguna razón.

Pero ¡ay, querido lector!, si confío en todo aquello que me sucede, si confío en la vida, y además plenamente ¿por qué a veces me siento tan vacía? ¿Por qué permito que mi mente cree esos pensamientos y sensaciones corporales de agobio, desamparo e inseguridad? ¿por qué no logro mantener la cabeza alta ante ciertas situaciones? ¿por qué no soy ya lo máximo que puedo ser, mi mejor versión? Muy sencillo, porque toda esa confianza que siento en todo lo que me ocurre y en las personas que me acompañan, es la misma en tamaño que toda la confianza que me falta en mí misma. Y es que, amigo o amiga, te confieso abiertamente que no creo apenas en quien soy, esa es la única razón por la que no soy ya todo lo que me gustaría ser, ni doy todo lo que me gustaría dar.

¿Cómo puede ser tan fácil confesar algo así? En realidad, no lo es. Es bastante duro nombrar en alto o en escrito esa parte de ti que reconoces como debilidad, como aquello que no te deja avanzar, pero como habrás oído o leído en numerosas ocasiones, todo camino comienza por tomar conciencia de algo, aceptar o abrazar que algo es como es, y luego ya ser capaz de hacer algo con ello.

Soy muy emocional, y jamás sabré hacer nada sin poner el corazón en ello. Cada vez que confío en alguien, o creo en algo, algo se dispara y sencillamente OCURRE, y en un corto espacio de tiempo. Allá donde pones el foco, allá donde crees y creas tu fuerza, llega la magia y sucede lo que está destinado a suceder. Llegan los resultados. Es por ello que sé que cuando esa fuerza y esa mirada se concentren en mí, simplemente voy a volar. Volar muy alto. Como te contaba antes, allá donde voy sé que ella está, sé que me acompaña, y sé que me observa. También doy por hecho que nos conoceremos, más pronto que tarde, y ese día seremos un equipo imparable. Ahora no lo somos, tal vez porque no sea el momento, no es nuestro momento. Ella rasca cada día un poquito por dejarse ver, y yo procuro mirar ocasionalmente de reojo a ver si aparece. Sé que así será. El sol se disipará, y, haciéndose cada vez más nítida, allí veré mi propia imagen, reflejada como en un espejo… ¿Pensabas que tu confianza tendría otra cara?

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Sandra Gomez • 28 noviembre, 2016


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