ExPresaMente

El Blog de Sandra Gómez

Que la Esperanza te acompañe

Comencé a desesperarme. Tanto andar y tanta reflexión habían hecho que ahora mismo me sintiese perdida. Tomé varios caminos antes de sentarme bajo un árbol. No sabía bien qué hacer o qué camino tomar. Y lo que es peor, no sabía cómo controlar esa desesperación que se adueñaba de mí. Me asustaba pensar que pronto anochecería y yo no conocía aquel lugar. A pesar del sobrecogimiento del momento, me puse en pie, pues pensé que ahí sentada haría aún menos. Decidí caminar. Sí, podría seguir perdida, pero también existía la posibilidad de encontrar algún paradero o destino.

Caminé durante horas. Nada. El cansancio hacía mella en mí, pero no podía quedarme allí. “Has de seguir, no te rindas”, me repetí una y otra vez. Mis pies ya casi arrastraban y no paraba de mirar a todas partes, gritando de vez en cuando con la esperanza de recibir alguna respuesta. Nada, solo mi eco. De repente, tropecé cayendo de frente y apoyando rápidamente las manos en el suelo, evité que mi cara se estrellase. Miré hacia atrás vislumbrando una roca camuflada entre las hojas secas, me puse en pie y me sacudí las manos, y, al volver a mirar, distinguí algo a su lado. Me acerqué y la tomé en mis manos tan sorprendida como agradecida. ¡Una brújula! Me sentí realmente afortunada. No podía creer que el destino, universo o lo que fuese, la hubiese puesto ahí para mí.

Asiéndola fuertemente, la usé para buscar el este y tomé un nuevo rumbo. Es cierto que anocheció, y que estaba realmente exhausta, pero llegué a una aldea cercana donde pude pasar la noche y descansar. Al fin, tras muchas horas, allí estaba, en una cama para mí sola.

Era sorprendente pensar como unas cuantas horas antes, me invadía ese sentimiento de que jamás saldría de aquellos caminos. Cuántas veces no me había sentido así antes, y aunque en el momento la desesperación nos nubla, siempre salimos airosos. Es por ello que nunca debes subestimar la esperanza. La esperanza es la confianza en que algo va a suceder y aunque algunas veces bromees con ello, nunca la pierdes. De hecho, la necesitas y va contigo siempre. Poniéndote en la situación de que mañana no tuvieses absolutamente nada, seguiría contigo. Precisas creer en que la vida te tiene aquí por alguna razón, que te envía aprendizajes a través de momentos felices y momentos duros por algún motivo y por ello, confías plenamente en que todo va a salir bien o al menos, en que algún día, aunque no sea hoy, la dificultad entrañe un mensaje positivo.

Recuerda siempre que hubo un momento en que no creías superar jamás esa sensación de estar hundido, y lo superaste. Hubo un momento en que pensaste que no tenías lo suficiente y no sobrevivirías, y aquí estás. Hubo un momento en que no creías poder dar más de ti debido al cansancio, y sacaste las fuerzas de la nada. Hubo un momento en que todo parecía estar en tu contra, y llegaron tiempos mejores. Jamás perdiste la esperanza, seguiste. Tu confianza en que todo cambiaría algún día te dio la fe para creer en ti y en la vida misma, y la fuerza necesaria para hacer esto posible.

Ya sabes por todas estas experiencias anteriores que nada es para siempre. Bueno, sí, el buen sabor de boca de los grandes momentos. A medida que pasa el tiempo, eres más consciente de que todo lo que ya has experimentado es oro, tanto lo bueno como lo malo, y el hecho de ver cómo ha sucedido antes, te hace confiar en superar futuras dificultades con más fuerza si cabe. En tu interior, esa luz verde estará siempre encendida, pase lo que pase, y nunca te abandonará.

alegoríaautoconocimientocomunicacióncrecimientocuentosdesarrollo personaldescubrimientoevoluciónexpresiónliberaciónmenteviaje

Sandra Gomez • 30 septiembre, 2016


Previous Post

Next Post

Deja una respuesta

Your email address will not be published / Required fields are marked *