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El Blog de Sandra Gómez

¿Procrastinar es de sabios?

“Ya mañana, si eso”. Me encuentro con una tarea pendiente y “pff, ¡qué pereza!… bueno, tengo unos días por delante”. De pronto me siento bien, afortunada, cuento con el beneficio del tiempo; al fin y al cabo, no tiene porqué ser ahora, ¿no?

Ese es un dilema casi diario, el cuándo hacer las cosas. Y es que cuando pospongo tareas me doy cuenta de los beneficios que tiene, que también existen. Si bien es cierto que procrastinar indica una falta de acción o reacción adecuadas y que puede suponer una verdadera y perjudicial acumulación de tareas y culpabilidades, también lo es que hay personas, como yo, que actúan mejor bajo presión. ¿Cómo puede ser esto posible?

Está claro que una buena organización es clave para no descuidar detalles, pero el sentir un límite ya cercano, hace que afloren en mí todos los sentidos, los cuales acaban completamente entregados a aquello que hay que hacer. Si ya es inminente, debo alcanzar el 100% en cuestión de minutos.

No puedo explicar demasiado bien por qué sucede esto, y ni siquiera los mejores expertos tienen la respuesta: pereza, miedos… y mil posibilidades más. En este caso, cada persona tiene su propio ritmo. Se me ocurre que puede ser una gran idea comparar la procrastinación con una carrera. Me gusta mucho y me lanzo a usar esta metáfora. Me visualizo en una de las seis calles junto a mis competidores. Les miro. Cada uno respira a su ritmo, cada uno estará pensando en lo que viene, en su aguante, en el cómo lo harán… Y, una vez que suena el pistoletazo de salida, sobre la misma pista, con zapatillas similares y participando en la misma competición, cada corredor tiene un ritmo. Habrá quien prefiera salir a una velocidad impresionante para ganar ventaja sobre sus contrincantes, y relaje después un poco para mantenerla. Otros preferirán correr a un ritmo más continuo durante toda la competición, “sin prisa, pero sin pausa”. Y por último estamos los que preferimos ver de lejos, comenzar a dar pasitos a buen ritmo, pero sin forzar, y, al acercarse el momento de cruzar la línea de meta, hacer el sprint de nuestra vida dejándonos el alma en la pista.

¿Cuál es la mejor técnica? Déjame decirte, querido lector, que la TUYA. Cuando me conozco bien, sé dónde está mi máximo rendimiento, sé en qué momentos soy una máquina de lograr cosas. Por supuesto, jamás hay que dejar de actuar de una forma continua, pero YO soy quien decide mi ritmo, soy YO quien conoce su “momento 100%”. Y tengo que aprovecharlo.

También he aprendido algo valiosísimo con respecto al cumplimiento de tareas pendientes… a PRIORIZAR. Doy mi máximo, sí, pero cuando merece la pena darlo. Si creo que algo puede esperar, pero al acercarse la fecha límite no hago ni siento que deba hacer mi típico sprint ganador, sé que esa labor no tendrá relevancia en mi vida.

A estas alturas, sé qué debo y no debo hacer. La cuestión es… ¿lo hago? Yo decido qué hacer y cómo aprovechar el tiempo que tengo y soy responsable de utilizarlo en mi máximo beneficio. Es cuestión de encontrar en QUÉ merece la pena que exprimas minutos, QUÉ te hace disfrutar ya sea ahora o aplazándolo, QUÉ te hace vibrar. ¿Por qué? Sencillo, una vez que encuentres tu QUÉ, tu elemento en la vida o tu misión, el CÓMO solo lo sabrás tú, y dará igual si te invita a llevar un ritmo lento, o te hace ser más rápido que el rayo.

Sandra Gomez • 7 septiembre, 2016


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